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Publicado en Diario El Mercurio 07/2018

La mayor parte de estos corresponde a productos genéricos, que suelen tener los precios más bajos. Esto, según el estudio, es «un efecto indeseado de la Ley de Fármacos I» que rige desde 2014. 

La Ley de Fármacos, que rige desde febrero de 2014, presionó para que determinados medicamentos pasaran por el proceso de bioequivalencia, es decir, comprobaran que su efecto terapéutico es el mismo que el original. Esto porque la norma vigente hasta hoy permite que un medicamento solo se pueda intercambiar con otro en la farmacia si es que es por un bioequivalente.

Bajo esa legislación, según un estudio realizado por la Fundación Politopedia, al menos 198 medicamentos se han dejado de vender en el país, en gran parte por el efecto de esta política de los últimos cuatro años.

El estudio afirma que los fármacos que desaparecieron del mercado corresponden a 26 principios activos, que no tienen bioequivalencia, pese a la exigencia de la ley.

De ellos, hay 19 en los que se registró una disminución del total de medicamentos, pasando de 224 a 78 que actualmente están disponibles, en solo cuatro años (ver infografía).

De los medicamentos que se mantienen a la venta, 52 son los originales, que suelen tener los precios más elevados y 26 son productos similares (copias de los innovadores pero que tienen una marca). Todos los fármacos genéricos (copias que se comercializan por el nombre del principio activo), que suelen ser los más económicos, dejaron de venderse.

El caso más dramático se ve en los otros siete principios activos, que corresponden a 52 medicamentos. De ellos, actualmente ninguno se encuentra a la venta en el país. Algunos ejemplos son la Bromocriptina que se utiliza como tratamiento contra la infertilidad, la Pioglitazona usada en pacientes con diabetes tipo II, o la Estavudina que se usa para tratar el Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH).

Según Victoria Beaumont, directora ejecutiva de la fundación, la salida de estos medicamentos tiene una directa relación con la obligación de certificarse como bioequivalentes que impuso la Ley de Fármacos y el costo que tienen los estudios necesarios para realizar este proceso.

«El resultado que muestra el análisis da cuenta de un efecto indeseado de la Ley de Fármacos pues al no considerarse en la discusión la complejidad de la industria en un mercado pequeño como el chileno, se desincentivó a competidores pequeños a invertir en la bioequivalencia», asegura Beaumont.

Agrega que «el efecto para las personas es directo, pues al no tener productos con bioequivalencia no se produjo la prometida baja de precios, y los medicamentos que quedan en el mercado son los referentes o los similares y no las alternativas más baratas».

Impacto

Esto se observa, por ejemplo, en el caso del Litio, fármaco utilizado para el tratamiento de la depresión. De los 13 medicamentos que existían antes de 2014, actualmente solo están disponibles seis. Todas las opciones genéricas dejaron de venderse, y solo quedan los fármacos originales y similares que cuestan, en promedio, $20 mil.

Para Elmer Torres, vicepresidente ejecutivo de la Asociación Industrial de Laboratorios Farmacéuticos (Asilfa), «la bioequivalencia significó avanzar en los procesos de validación, pero tuvo un impacto negativo porque hubo un incremento en los precios y una menor variedad de productos y competencia».

Por su parte, Patricio Huenchuñir, jefe del Departamento de Políticas Farmacéuticas y Profesiones Médicas del Ministerio de Salud cuando se implementó la Ley de Fármacos, asegura que el hecho de que haya menos actores en el mercado puede significar un aumento en los precios. Sin embargo, agrega que «la bioequivalencia es una buena política pública que hay que potenciarla».

Justamente, el proyecto de Ley de Fármacos II, que actualmente se discute en la Cámara de Diputados, busca impulsar esta iniciativa, que según Huenchuñir, ha extendido el uso de genéricos entre los pacientes.

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